De nuevo la Iglesia de San Jerónimo el Real se presta a cobijar música inspirada en profundos sentimientos religiosos como los que percibimos en esta Sinfonía de las Lamentacionesque escribió H. Górecki en 1976, justo en el decisivo período histórico en que su Polonia natal se estaba desvinculando del yugo soviético y defendiendo su libertad de ser católico con la gran ayuda de Karol Wojtyla (Juan Pablo II) amigo del compositor.
Cada movimiento de esta sinfonía tiene un único y sencillo motivo que evoluciona según la densidad tímbrica y las dinámicas. A manera de bajo continuo, sobre esa alfombra armónica y rítmica se alza la voz de la soprano cantando el lamento de una madre que ha perdido a su hijo.
Los textos que elige Górecki son poemas escritos sobre el dolor de una madre por la muerte de su hijo para el primer y tercer movimiento, y para el segundo elige una frase escrita en la pared de una celda de la cárcel de la Gestapo por una joven de 18 años durante la segunda Guerra Mundial (“Mamá, no llores, no. Inmaculada Reina de los Cielos, apóyame siempre”).
Los tres movimientos de la sinfonía son lentos, tranquilos y tristísimos. La música refleja ese desconsuelo para siempre que supone la pérdida de un hijo.
Los miembros de la JORCAM son muy jóvenes, la concertino tiene 14 años. Todos ellos son alumnos destacados de los conservatorios madrileños que se han sometido a numerosas pruebas para estar ahí. Probablemente no han terminado sus estudios, así que los tienen que compaginar con los exhaustivos ensayos en horario no lectivo y fines de semana. A eso se llama vocación. En concierto funcionan musicalmente como una orquesta de mayores, sus técnicas se pueden mejorar pero su disciplina y actitud en el atril son impecables. No cabe duda de que se merecen ser dirigidos por Víctor Pablo Pérez. También el director ha tenido la fortuna de conocer a las jóvenes generaciones que en un futuro tomarán el testigo de nuestras orquestas.
La soprano polaca Iwona Sobotka supo ensamblar su voz con el timbre de la orquesta como un instrumento más. Su canto destacaba sobre la belleza del conjunto como la luna en un cielo estrellado. Y aun sin conocer el idioma, a los asistentes al concierto nos llegó el mensaje traducido a música de un profundo pesar. Muchos salimos sobrecogidos y lo entendimos, por la coincidencia en la fecha, como un homenaje a las madres que perdieron a sus hijos el 11M en Madrid, hoy hace 13 años.